+34 942 037 177 psicologa@azucenaaja.es

Blog

Elegir pareja: por qué es fácil equivocarse

 

Este vídeo presenta una visión algo catastrofista de las relaciones de pareja y sin embargo podemos extraer algunas ideas interesantes que quizá puedan ayudarnos a tomar decisiones más inteligentes respecto al compromiso que establecemos cuando iniciamos una relación.

Aunque parezca increíble es más habitual de lo que sería deseable elegir a la persona con la que vamos a compartir nuestra vida creyendo que va a cambiar. Como decía Goyo Jimenez jocosamente en su espectáculo “Al fin solo” las mujeres eligen a los hombres como eligen los pisos en función de sus posibilidades de reforma. No creo que esta actitud sea patrimonio del género femenino. A hombres y mujeres al principio de la relación, desde el enamoramiento, todo nos parece maravilloso y apenas vemos defectos en la otra persona. En realidad bajo el influjo del enamoramiento no somos capaces de ver al otro tal y como es, vemos su imagen idealizada. “Vemos lo que queremos ver” el ideal que cada uno tenemos del otro y que tiene que ver con nuestras carencias, anhelos, vivencias y expectativas, entre otras cosas. Después cuando la química del amor va revirtiendo y empezamos a vislumbrar quien es el otro en realidad si hay aspectos importantes que no nos gustan, con los que nos estamos de acuerdo e incluso que rechazamos, nos ponemos una “venda en los ojos” en favor de hacer posible el amor y seguimos adelante con la expectativa secreta de que cambiará.

Por el amor que sentimos cambiará, por el amor que me tiene cambiará, porque le importo cambiará, porque lo necesito cambiará…

Y así nos engañamos de múltiples formas antes que tomar la decisión de no continuar la relación. Seria tan importante tener la valentía en ese momento de elegir “con cabeza”. Elegir sabiendo que el otro tiene las cualidades y defectos que estamos viendo y lo más probable es que no cambien porque forman parte de su historia e idiosincrasia personal. Cambiamos cuando queremos cambiar y no cuando los demás lo quieren. El cambio no es imposible, sólo es que cada uno cambiamos en función de que nos merezca la pena y sea importante para nosotros mismos, de otra forma nos resistimos “como gato panza arriba” al cambio y empiezan las disputas. Sin duda un ejercicio de madurez es aprender a aceptar al otro tal y como es, con sus fortalezas y debilidades, sabiendo que nosotros tenemos las propias y que tampoco nos resulta agradable cambiar para adaptarnos a la imagen que la otra persona se ha formado de nosotros. La psicóloga Silvia Congost en su libro “Cuando amar demasiado es depender” se pregunta “¿Por qué a menudo elegimos a alguien que no nos encaja, y luego esperamos que cambie? ¿Acaso elegiríamos a un médico que no sepa de nuestro problema, esperando que aprenda sobre ello algún día?… Esto es lo que hacemos con más frecuencia. Optar por personas que no encajan con lo que buscamos. Lo que hacemos es elegir mal.”
Con las gafas del amor romántico primamos la locura sobre la cordura, las emociones y sentimientos sobre nuestra capacidad de elegir en función de nuestros valores y objetivos, las palabras y promesas sobre los hechos. A las personas que vienen a la consulta porque están en una relación que les causa dolor suelo preguntarles por los hechos dado que lo que vienen es cargadas de palabras y explicaciones, promesas de cambio y expectativas.

“Obras son amores y no buenas razones”  

Cuando pregunto ¿Qué te dicen los hechos? ¿Si miras en los hechos que ves? suelo encontrarme unos minutos iniciales de incredulidad, un instante en el que la persona me mira con cara de no comprender, como si me dijera “estamos hablando de algo sublime, de mis sentimientos, de amor, de las promesas que nos hemos hecho ¿Cómo puedes preguntarme por algo tan prosaico como los hechos?” Si insisto, y suelo hacerlo, sobre todo cuando quien tengo delante está en una relación con alguien que a su vez está comprometido/a con un/a tercero/a, la respuesta es que los hechos no se corresponden con las palabras. Los hechos nos dan la información fidedigna de lo que hay. Los hechos no engañan mientras que “las palabras se las lleva el viento”.
No nos entendemos a nosotros mismos nos dice el video y tenemos dificultad para ponernos en el lugar del otro. Cumplir años no significa en todas las ocasiones madurar y crecer emocionalmente. Madurar significa ser capaces de gestionar nuestras propias emociones y deseos. Hacernos cargo de nosotros mismos y de nuestra vida. Aprender a ser una buena compañía para uno mismo. Convivir con nuestra soledad y habitar en ella. Estar dispuestos a llevar las riendas de nuestra propia vida haciendo que merezca la pena y tenga pleno valor para nosotros sin buscar en el otro el sentido y la felicidad. Cuando esto lo tengamos resuelto entonces estaremos mejorar preparados para elegir un compañero/a de viaje y compartir con él/ella un pedacito de nuestra vida.