La normalidad es destructiva
La normalidad destructiva es un planteamiento del sufrimiento humano desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y brevemente significa que el «sufrimiento psicológico no es no tener malestar, sino no estar dispuesto a que eso ocurra».
Desde la Terapia de Aceptación y compromiso se plantea que «la propia generalización del sufrimiento sugiere que este se origina a partir de procesos que evolucionaron para favorecer la adaptabilidad del organismo humano». (Hayes, Strosahl, & Wilson, 2012).
¿Cuál es el sustrato teórico de esta afirmación?
En la mayoría de los modelos psicológicos nos encontramos con una idea que puede enunciarse aproximadamente así: el sufrimiento psicológico (me refiero a la patología, los trastornos psicológicos, el malestar que no depende directamente del ambiente inmediato) es consecuencia de una excepción, de un evento (u omisión del mismo) o serie de ellos, que ha perturbado el normal devenir de un ser humano.
Así, por ejemplo, desde el modelo cognitivo conductal de la depresión se afirma que hay unas «estructuras cognitivas» alteradas (irracionales). Desde el modelo psicoanalítico también se alude a factores que, presentes en determinados grados, pueden causar la neurosis, y desde la psiquiatría se utilizan alteraciones en los neurotransmisores y desequilibrios químicos para explicar la mayor parte de las supuestas enfermedades mentales.
Para estos modelos, la neurosis o los trastornos psicológicos son en última instancia consecuencias de que en la lotería de la vida te hayan tocado malas cartas, sea bajo la forma de la constitución, como bajo la forma de vivencias tempranas o tardías.
El punto central aquí es que para estos modelos tiene que suceder algo (o impedirse de alguna manera el desarrollo normal) para que eventualmente surja la psicopatología. Se establece una dicotomía entre salud (lo normal) y enfermedad (lo patológico). Lo saludable es la normalidad y por tanto la aparición de síntomas de malestar es algo a eliminar, tratar o curar para recuperar la salud.
Desde la perspectiva de ACT la naturaleza humana y especialmente el hecho de ser verbales está a la base de nuestro sufrimiento. Somos humanos y por el hecho de serlo sufrimos. En palabras de Michael J. Dougher: «Debido al lenguaje, los humanos experimentan muchos menos eventos dolorosos reales que los organismos no verbales, sin embargo debido al lenguaje, generamos más dolor y lo experimentamos de manera más intensa y generalizada que cualquier otra especie».
Desde la perspectiva de ACT no es necesario que pase algo para que haya sufrimiento psicológico, este es consustancial con la forma en que estamos hechos como seres verbales y esto es una experiencia con dos caras: hemos sido capaces de crear la tecnología (no existía en la naturaleza, surgió de la mente humana) y el precio que pagamos por tener una mente es que también nos crea problemas psicológicos (quien tiene agorafobia teme morir entre la muchedumbre cuando se encuentra en el supermercado y esto es muy poco probable que suceda; aun así evita el lugar).
Tener lenguaje significa que los humanos nombramos los objetos, eventos, experiencias (reales) y la función de esos eventos, objetos y experiencias se adhiere a las palabras que usamos para nombrar. Así, como dice Dougher, «hablar sobre eventos dolorosos es doloroso», es decir, contamos a un amigo un suceso doloroso vivido recientemente y volvemos a llorar. El suceso ya pasó, no está ocurriendo en el momento que lo estamos contando y sin embargo las palabras (cargadas con el contenido de la experiencia) nos hacen llorar de nuevo. Oímos la palabra «limón», imaginamos un limón (pero no nos lo estamos comiendo) y salivamos (como si tuviera en ese momento un gajo de limón en la boca).
Por supuesto que el trauma, las vivencias negativas, el rechazo social, etc., pueden acelerar o intensificar el sufrimiento, pero no son condición necesaria para que este ocurra. Otros eventos y circunstancias pueden mitigar o aliviar el sufrimiento de manera significativa, pero no pueden eliminarlo o prevenirlo completamente, no solo porque el mundo puede ser difícil, sino porque aun cuando esté todo bien, tenemos una mente. En palabras de Wilson (2012): «Sufrimos acerca de haber sufrido en el pasado y sufrimos acerca de lo que podríamos sufrir en el futuro. Sin importar donde estemos, hay otro lugar que es mejor. Hay un “antes” al que desearíamos regresar o un “después” al cual querríamos adelantarnos. Y, si ahora mismo es perfecto, nos preocupamos de que no durará».
Ser normal es destructivo. Lo destructivo está en el corazón mismo de lo normal, es intrínseco. Aunque esto pueda parecer una mala noticia y un buen motivo para no desearnos una vida muy larga, más bien nos da cuenta de algunas cosas que en la medida que las aceptemos puede proveernos una vida como mucho sentido y satisfacción, esto es:
Todos los humanos sufrimos y esto nos hace formar parte de una humanidad compartida. Cuando atravesamos un proceso de duelo, cuando tenemos un revés y se truncan las expectativas e ilusiones que habíamos depositado en algo, tendemos a sentirnos solos y aislarnos, tendemos a vivirlo como si solo nosotros sufriéramos mientras que el resto de las personas se sienten bien y no les pasa nada. No es así, no todos los grados de sufrimiento son iguales, pero todas los humanos por serlo sufrimos.
Las emociones como la tristeza, ansiedad, miedo, angustia, culpa, etc., forman parte de la vida y no son enfermedades o problemas a eliminar.
Aspirar a la felicidad como un estado de ánimo continuo y duradero, incluso como el fin de nuestra vida, es absurdo y da origen a un mayor sufrimiento, sin embargo, aceptar el dolor como inevitable en el camino de las cosas que verdaderamente nos importan puede proporcionarnos una vida llena de sentido y que nos merezca la pena.
Autora del Post: Azucena Aja Maza
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