Cultivando la seguridad y confianza
Algunas personas “brillan con luz propia” sin que eso signifique que sean especialmente guapas, incluso fisicamente pueden ser poco atractivas y sin embargo, en cuanto pasas dos minutos a su lado te parecen tremendamente atractivas. Conozco dos personas con las que me sucede. Una es una buena amiga que camina por la vida pisando fuerte con total seguridad en si misma y la otra es un chico autodidacta y curioso sin ningún interés por encajar en el “cajón de la normalidad”. Recientemente me contaba que su pareja, con la que ya ha celebrado el décimo aniversario, le confundió en su primera cita con un vagabundo que venía a pedirle dinero en el aparcamiento del lugar donde se habían citado. ¿Qué hace que mi amiga resulte tan atractiva? ¿Cómo es posible que la novia de este chico se quede después de este primer encuentro? Para mí la clave está en la confianza y la seguridad que tienen en sí mismos. Ambos tienen muy buen sentido del humor y apenas conocen el sentimiento de vergüenza dado que son los primeros en reírse de sí mismos. Caminan por el mundo concediéndose el derecho a pedir lo que necesitan y expresando sus necesidades. Ambos resultan atractivos no tanto por sus rasgos físicos, desde luego no encajan en los parámetros de belleza dominantes, como por su simpatía y seguridad personal.
Imagino que la pregunta que te estarás haciendo es ¿cómo puedo sentirme bien contigo mismo/a y tener esta seguridad cuando la mayor parte del tiempo mi autoestima está por los suelos? Ya he comentado que el trabajo sobre la autoestima es bastante ineficaz si lo centramos en desarrollar el sentimiento de valoración y seguridad en uno mismo. Tratar de convencernos a nosotros mismos de lo buenos que somos o de todo lo que valemos no sólo no funciona, sino que puede resultar contraproducente. Sin embargo, caminar por la vida actuando “como si” nos sintiéramos seguros y confiados sí es algo que está en nuestra mano por más difícil que nos parezca. No podemos controlar nuestros sentimientos a voluntad, pero si podemos controlar nuestra conducta. No puedo dejar de sentir cierta ansiedad y vergüenza cuando estoy en un grupo de personas desconocidas a las que me acaban de presentar, pero sí puedo hablar, contar alguna anécdota, hacer preguntas para conocer un poco más a mis interlocutores, mostrar disposición y apuntarme al plan que propongan. La pregunta que me hago y suele ayudarme es “¿Si no tuviera este sentimiento de inseguridad o vergüenza qué haría en esta situación? ¿Cómo me comportaría de acuerdo a la persona que quiero ser? y la respuesta que me surja es lo que trato de poner en práctica. Al principio en ocasiones me encuentro un poco artificial, sin embargo, esto sólo dura un momento o un tiempo corto, a la larga comportándome como quiero voy encontrándome más segura y confiada.
Además de actuar “como si” hasta que lo integremos como algo propio conviene revisar algunos aspectos que impiden nuestra seguridad y confianza personal. De nuevo se trata de actuar centrándonos en lo que podemos controlar y ponerlo en practica aunque en un primer momento nos veamos algo artificiales. Aquí van algunas sugerencias:
¿Cuánto te crees lo que dice tu mente?
“Solía pensar que mi mente era mi órgano más importante. Luego me di cuenta qué órgano estaba diciéndome eso” Emo Philips
La mayor parte del tiempo estamos escuchando a nuestra mente sin ser conscientes de ello. Esa voz interna nos acompaña desde hace tanto tiempo que no la tomamos como algo diferente, sino que creemos que somos nosotros mismos. Sin embargo, yo no soy mi mente. La mente es una charlatana que no para de decir como son las cosas, qué es lo que tengo o no tengo que hacer, valora y analiza cada cosa, juzga, proyecta, recuerda, etc. No para en ningún momento de realizar estas funciones, algo que es importante agradecerle porque nos ayuda en muchos aspectos de nuestra vida, pero que también conviene no hacer caso en algún momento.
Es mejor no tratar de pelear con la mente. Si nos da pensamientos del tipo “No valgo para nada” “Soy una inútil” “Te vas a poner en ridículo” no es muy útil hacer el esfuerzo de pensar otras cosas más positivas sobre nosotros mismos, no podemos combatir a la mente usando a la mente misma. La alternativa es parar de luchar y aceptar esos pensamientos como lo que son: pensamientos y no como realidades o certezas sobre uno mismo. No esforzarse en contraatacar unos pensamientos con otros, sino tomar los pensamientos como ideas que fluyen en nuestra cabeza y que siendo posibilidades no son verdades absolutas. Tener el pensamiento de “Soy una inútil” no es un problema más allá de la incomodidad que nos puede generar esta posibilidad. El problema es cuando tomamos este pensamiento como un hecho y actuamos en consecuencia. El problema es que me comporte como una inútil y me mantenga toda la noche sin hablar una palabra en el grupo de personas que me acaban de presentar. Nadie puede ver el pensamiento en mi cabeza, pero todo el mundo puede ver mi comportamiento de silencio y retraimiento. Por tanto, aunque nuestra mente nos diga este tipo de cosas podemos tenerla en cuenta como a veces consideramos los consejos y apreciaciones que nos hacen otras personas o ¿Siempre haces caso de todo lo que te dicen? Acostumbrarnos a escuchar el diálogo interno y decidir si me va bien o es mejor no seguir los consejos de la mente.
¿Cómo me cuido y me trato a mí mismo?
Muchas veces el cuerpo nos da señales en forma de molestias, dolores o síntomas de fatiga y cansancio. Señales que no solemos tener en cuenta porque nos exigimos o nos ponemos en segundo, tercer o cuarto lugar respecto a otras personas. La pregunta que podemos hacernos es ¿De qué forma me estoy valorando al tratarme de esta forma? ¿Cómo me estoy tratando al no tener en cuenta mis necesidades en este momento? No sirve de mucho repetir en nuestra cabeza que somos importantes y valiosos si después nos tratamos mal con nuestras acciones y comportamiento. Si me cuido y me atiendo con mis pasos, con acciones de cuidado y atención me estaré dando el mensaje de que me importo y merezco la pena. Con el tiempo actuando de esta forma es probable que lo sienta.
¿Hasta qué punto te consideras responsable de tu vida?
Si consideras que no merece la pena hacer determinadas cosas porque no tienes pareja o no te acompaña una amiga. Si esperas que los demás te proporcionen lo que necesitas corres el riesgo de perder tu vida en el intento. Es común en las relaciones de pareja que cada uno esté más pendiente del bienestar y la felicidad del otro que de sí mismo. Esperando que si yo trato de que tú estés bien y te sientas a gusto, tú harás lo mismo conmigo y así ambos estaremos bien. En la práctica ¿Es esto posible? la mayor parte de las veces no lo es. No tenemos la capacidad de cambiar a las otras personas, tampoco de hacerlas felices. Podemos contribuir a ello siempre que ellas quieran y desde luego siempre que cada uno se haga responsable de si mismo y de su propia vida. Viviendo tratando de complacer a los demás para que de esa forma los demás también hagan lo mismo con nosotros perdemos la posibilidad de vivir fieles a nosotros mismos y la vida que merece la pena para nosotros mismos. Y con esto no quiero decir que tengamos que ser egoístas, insolidarios o pensar siempre en nosotros. Quiero decir que se trata de vivir de acuerdo a “yo y los otros”.
¿Has aprendido a base de exigirte y criticarte todo el tiempo?
Algunas personas hemos avanzado en la vida tratándonos a nosotros mismos con mano dura y juicio crítico, tratando de ser perfectos y hacerlo todo bien. Si eres una de esas personas es probable que ya te hayas dado cuenta de las consecuencias nefastas de esta forma de actuar. Si somos exigentes y críticos con nosotros mismos es probable que lo seamos con nuestros amigos, hermanos, parejas e hijos, lo que desembocará en no pocos conflictos y malos ratos. Exigirse en algunos momentos puede ser un motor para ir hacia delante pero siempre que haya un equilibrio con una actitud de afecto y consideración con uno mismo. El lema que podría acuñar es “tratarme a mi misma como me gustaría tratar a los demás” porque solemos ser mucho más benevolentes y amorosos con los otros que con nosotros mismos.
Cuidado con el victimismo y el miedo
En ocasiones tenemos más que motivos para quejarnos y lamentarnos, ahora bien ¿hasta cuando? Lamentarse horas y horas, días y días sólo es una forma de autocompasión mal sana y una manera ineficaz de afrontar nuestros problemas. Enredarse en el “por qué a mí” durante mucho tiempo es el camino para no avanzar y seguir sufriendo de forma innecesaria por algo que no está bajo nuestro control y por tanto no podemos hacer mucho para cambiarlo. Ser “victima” o ser “responsable” son dos actitudes completamente diferentes. Ser responsable es responder ante las cosas que nos van sucediendo y con ello tener la posibilidad de ir viviendo y llevando las riendas de nuestra vida.
El miedo puede ser un aliado que nos haga ser precavidos en algunas ocasiones. También puede ser el peor de los enemigos.