11 claves para entrenar la paciencia
Admitámoslo: somos esclavos de la inmediatez.
Con el ritmo de vida actual, las redes sociales, la instantaneidad, nos hemos acostumbrado al «ahora mismo», al «ya», a tener acceso a un montón de cosas con tan solo un clic, y se nos ha olvidado esperar. Así, cultivar la paciencia resulta difícil, sobre todo en esta época de pandemia mundial, que pone a prueba nuestra capacidad de aguante.
Guardar cola, esa gente que ocupa toda la acera y no te deja pasar, el hijo de tu vecino que está aprendiendo a tocar la flauta, un vídeo de YouTube que no carga, el retraso del tren, el conductor que no pone los intermitentes en la rotonda, por poner unos pocos ejemplos, nos hacen perder a menudo la paciencia y vivir estresados y enfadados.
Pero ¿qué es exactamente la paciencia?
La paciencia es la capacidad de esperar con calma o tranquilidad y tolerar la incertidumbre. La palabra deriva del latín patients, es decir, el que padece o sufre. Y es que, al no recibir de inmediato lo que necesitamos (o queremos) tenemos que afrontar la frustración y vernóslas con la incertidumbre.
Siendo pacientes afrontamos el sufrimiento de dicha espera de la mejor manera posible.
Por eso, ser paciente también está relacionado con la no impulsividad, con la capacidad de digerir y analizar las respuestas, no reaccionar de forma rápida ni «saltar» a la mínima oportunidad.
La paciencia no es un «don», sino un valor que todos podemos entrenar. Por eso, es preferible no escudarnos en el «es que yo soy así» para justificar nuestra impulsividad, prisa y, sobre todo, falta de paciencia. Porque, vale, quizá somos así ahora, pero podemos entrenar y dejar de ser impacientes.
Para ello, es importante aprender nuevos hábitos que nos ayuden a ser más pacientes, porque en esto también interviene la costumbre: nos habituamos a reaccionar de forma acelerada, sin detenernos ni introducir la espera necesaria.
Beneficios de la paciencia
Los grandes beneficios de la paciencia son el bienestar y el equilibrio emocional, pero esta también nos ayuda a:
- ser menos irascibles,
- tolerar mejor la frustración,
- disfrutar más del presente,
- no ser esclavos de la inmediatez,
- sufrir menos ansiedad,
- analizar los problemas con detenimiento,
- aprender a diferenciar entre aquello por lo que merece la pena esperar y aquello que no es tan importante,
- reducir el estrés,
- etc.
Y es que entrenar la paciencia permite afrontar mejor los obstáculos cotidianos y conseguir grandes metas en tu vida. Las personas pacientes tienen menos conflictos en su día a día porque son capaces de controlar sus impulsos y que la razón (y no la emoción) domine sus reacciones.
Así, ser pacientes nos hará más fuertes y resistentes a la incertidumbre o frustración. Y, en consecuencia, sufriremos menos.
Vale, ya sabemos qué es la paciencia y cuáles son sus beneficios, pero ¿cómo podemos entrenarla?
1). Identifica los elementos que te generan más impaciencia.
¿En qué momentos, con qué personas, actividades o situaciones sueles perder la paciencia? Toma conciencia de ellos, anótalos si quieres. Esta identificación es importante para así poder prevenirlos. Y los prevenimos anticipándonos a ellos.
2). Analiza cuáles de estas situaciones dependen de ti, están en tu mano, y cuáles no (que deberás «dejar ir»).
Lo que no depende de nosotros requiere del arte de la espera, de aprender a afrontar ese tiempo sin saber si lo deseado llegará o no, de buscar otras opciones.
3). Haz una lista de las situaciones por las que quieres empezar a entrenar tu paciencia. Después, elige una y decide cuál es el comportamiento paciente que quieres tener ante esa situación e imagínate comportándote así.
La opción conocida es la impaciencia, pero ahora, además, tienes una alternativa, en la que actúas con paciencia y que, a partir de ahora, también te representa.
Trabaja de una en una.
4). Identifícate con ser una persona paciente.
Es decir, cambia la «etiqueta» que te has puesto o que te han puesto. Y es que, las etiquetas condicionan nuestra forma de actuar, así que cámbialas.
5). Baja el ritmo, la velocidad, trata de tomarte las cosas con más calma.
Puede que estés pensando: «No me lo puedo permitir, tengo muchas cosas pendientes», pero ir rápido te llevará a cometer más errores y no a resolverlo antes. Tómate un momento de espera.
6). Piensa antes de hablar y escribir.
Te ayudará a digerir las emociones y disminuir la intensidad diaria.
7). Ánclate al presente a través de la meditación: respira de forma consciente.
Así, podrás responder en lugar de reaccionar, gestionar mejor los impulsos y manejar de manera adecuada situaciones «explosivas».
8). En línea con la respiración consciente, vive con plenitud y aprecia las pequeñas cosas buenas del día a día: un paseo con tu perro, tu comida favorita, charlar con tus amigos, tumbarte en el sofá y ver una serie, la música que te gusta, etc.
9). Acepta las situaciones y no entres en un bucle de quejas por cuestiones que no cambiarán por mucho que lo desees.
Deja de querer tenerlo todo controlado; la vida es muy amiga de la incertidumbre.
10). Relativiza, es decir, da a las cosas la verdadera importancia que tienen.
11). Dedica tiempo a no hacer nada, solo a observar.
Al principio podrá generarte sensación de estar perdiendo el tiempo, pero conseguirá relajarte.
¡Recuerda!: entrena, entrena, entrena, no esperes resultados inmediatos y respira hondo.
Cintia Fernández, autora del post
Imágenenes: Eddi Aguirre (cabecera) y gbarkz