Qué puedes esperar de mí como psicóloga
Como psicóloga he realizado mi propio camino pasando por diferentes modelos de intervencion y visiones hasta llegar a la Terapia de Aceptación y Compromiso. Este modelo considera que los terapeutas tienen los mismos sufrimientos que los pacientes, dado que son humanos y por tanto su papel se parece más a un compañero de viaje que a un experto. La diferencia es que en el momento puntual que ambos se encuentran sus situaciones son diferentes y además el compañero de viaje tiene una perspectiva que le ayuda a ver mejor el camino.
Cuando terminé la carrera de Psicología y me estaba preparando para empezar a trabajar, creía que mi labor clínica consistía en resolver los problemas de las personas. Después de cinco años de carrera conservaba la visión del psicólogo como un solucionador de problemas, responsable de mejorar la vida de las personas que acudían a su consulta. Afortunadamente, estrené mi reciente título trabajando en una asociación de lucha contra el SIDA y allí me encontré con la crudeza de la muerte de personas muy jóvenes. ¿Qué podía resolver en estas circunstancias? ¿Qué clase de solución podía ofrecer, cuando ni tan siquiera era capaz de encontrar las palabras adecuadas ante tanto dolor? Fue un choque brusco pero necesario para aprender que yo no tengo la solución a los problemas de los demás. Que la solución está en cada uno de nosotros.
Sin embargo, en la sociedad prevalece la creencia de que los psicólogos tienen una serie de recetas y técnicas que, en el peor de los casos alivian y, en el mejor de ellos, eliminan las dolencias psicológicas y los conflictos. Con relativa frecuencia algunas personas en la consulta me dicen, “para eso estoy aquí, para que me digas lo que tengo que hacer” , como si me trajeran la pieza de un reloj y yo fuera el experto que indica el fallo que tiene el mecanismo o que señala un cambio de pieza. Es normal que muchas personas tengan esta visión de la psicología. Es la que yo tenia durante mis años de formación. Proviene de realizar un paralelismo entre el modelo médico y el funcionamiento psicológico de las personas. El modelo médico occidental se caracteriza por una visión mecanicista del ser humano. Es decir, considera que el ser humano es una máquina con unas piezas y mecanismos que funcionan adecuadamente. A veces, el mecanismo falla, enferma, por un agente externo (virus, bacteria, etc) que se ha introducido en el sistema y, otras veces, es el propio sistema el que se vuelve defectuoso como cuando las células empiezan a proliferar desordenadamente provocando tumores.
La metáfora del ser humano como una máquina está tan extendida que la propia psicología se ha organizado de acuerdo a este modelo.
El ser humano es un todo indivisible y el funcionamiento de la psique no puede aislarse del resto del cuerpo ni a la inversa, incluso no puede darse al margen del entorno.
Desde un punto de vista psicológico funcionamos de otra forma. En realidad, más que hablar en términos de salud vs. enfermedad, tendríamos que hacerlo en términos de las dos caras de una moneda. Esto es, lo normal no es la ausencia de enfermedad, lo normal no es la falta de problemas, lo normal no es tener la mente llena de pensamientos positivos o experimentar emociones agradables…, El dolor es inevitable y es la otra cara del placer, los pensamientos negativos son normales y son la otra cara de nuestra capacidad humana de razonar y solucionar problemas, las emociones desagradables son normales y son la otra cara de los momentos de placer y alegría. En términos de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT por sus siglas en inglés) hablaríamos de “normalidad destructiva”:ACT asume que los procesos psicológicos de la mente humana “normal” pueden ser destructivos y que tarde o temprano nos generan sufrimiento psicológico a todos nosotros. Más aun, ACT postula que la raíz de este sufrimiento está en el lenguaje humano en sí mismo. Desafortunadamente, el lenguaje humano es una espada de doble filo. Nos ayuda a crear mapas y modelos del mundo, predecir y planificar a futuro, compartir conocimiento, aprender del pasado, imaginar cosas que nunca existieron y crearlas, desarrollar reglas que guían nuestro comportamiento efectivo, entre otras ventajas. Pero el lenguaje tiene también su lado oscuro: lo usamos para hacer hincapié y “revivir” eventos dolorosos del pasado, para asustarnos al imaginar eventos futuros displacenteros, para comparar, juzgar, criticar y condenarnos a nosotros mismos y a los demás y para crear reglas que pueden resultar restrictivas o destructivas. (Abrazando tus demonios. Un panorama de la terapia de Aceptación y compromiso F. Paula José Quintero. ACBS)
Por otro lado, esa expectativa con la que acuden algunas personas al psicólogo esperando alguna receta o solución rápida está enmarcada en una serie de valores que han ido emergiendo y calando socialmente en los últimos años:
Tenemos que ser felices.
Las cosas son fáciles. Se pueden conseguir de forma rápida y sencilla.
Si tengo pensamientos o emociones negativas no soy una persona capaz.
Lamentablemente ni la vida ni el ser humano están hechos para funcionar de acuerdo a esos valores.
En una sociedad de consumo, en la que prevalece el hacer sobre el ser, el éxito del tener y alcanzar frente al estar y experimentar, con los avances que ofrece la tecnología y las redes sociales e internet, estos valores son como los cantos de sirena que perseguimos para evitar el sufrimiento y sentirnos bien. Además, constituyen un recurso muy útil para que, como consumidores, ejerzamos como tales y gastemos nuestra energía y nuestro dinero en los productos que nos acercarán a la felicidad.
Inmersa en los valores imperantes, la persona acude al psicólogo demandando una solución, como el reclamo que ofrecen los publicistas para que compremos lo que nos ofrecen. Desde estos valores y la equiparación de la ayuda psicológica con la médica, espera una “pastilla psicológica” que le elimine el malestar (ansiedad, ánimo bajo, pensamientos obsesivos, problemas con los hijos, pareja, etc.) y, así, poder continuar su vida.
Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso no se ofrece este tipo de ayuda.
Consideramos que gran parte del malestar emocional o de los pensamientos negativos que nos perturban son inevitables por la forma en que los humanos “estamos hechos” y por la naturaleza de la propia vida. En la medida que los seres humanos contamos con una tecnología de “última generación”, un software avanzado, que nos ha permitido salir de la naturaleza y dominar al resto de los animales (si fuera por nuestras uñas, garras y dientes, hace tiempo que nos hubiéramos extinguido frente a otros depredadores de la selva) e inventar la escritura, la radio, la luz y la penicilina. La cara B de contar con este recurso es que los humanos somos la única especie capaz de obsesionarnos, deprimirnos y ver problemas donde no los hay. En palabras del pensador francés, M. de Montaigne: “Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron”. Este es el precio que tenemos que pagar por nuestra evolución. Este software se llama mente y lo adquirimos muy temprano en nuestra vida, cuando aprendemos a hablar.
Así que, no quiero engañarte, no tengo solución para quitar ese malestar. Yo misma en muchos momentos tengo pensamientos muy desagradables, por ejemplo, no hay día que no me venga algún pensamiento sobre lo ineficaz que soy, o que no me fastidie algún miedo sobre el futuro. Lo que tengo y trato de poner en práctica a diario es la capacidad de abrirme a esos pensamientos y emociones y dejarles pasar como pasan las nubes en el cielo, incluso las nubes más negras de tormenta. Como personas tenemos la capacidad de reaccionar a esos pensamientos y emociones (esto lo compartimos con el resto de los animales) pero también podemos responder, es decir, elegir una respuesta diferente a dejarnos llevar por el miedo.
Tampoco sé lo que es mejor para tí ¿Cómo saberlo si en muchas ocasiones tengo dudas respecto a lo que es mejor para mí misma? Y quiero serte clara, si pudiera saber lo que es mejor para ti no te lo diría, porque entonces tú te harías haciendo dependiente de mi y yo me haría dependiente de ti. No creas que algunas veces mi ego no me pide que le diga a los demás lo que les conviene, o que no se enaltece cuando una persona deja la consulta porque está mejor de como vino. Una de las cosas que he tenido que aprender y me esfuerzo por no olvidar, es que no soy experta de nada, mucho menos de la vida de los demás. Yo creía que todas las personas pueden cambiar y me hacía protagonista de ese cambio, una especie de salvadora por el cambio. Afortunadamente, aprendí que es cierto que todo el mundo puede cambiar, pero que cada uno cambia cuando quiere y si le importa lo suficiente para realizar el esfuerzo que supone. Así que ahora adopto otro papel en el que me encuentro más a gusto (a pesar de mi ego), el de acompañante en el camino. Dejo que las personas me guíen y orienten respecto a lo que es importante para ellas y trato de ponerme a su paso para acompañarlas en la travesía del cambio. Ahora sé que cada uno de nosotros somos protagonistas de nuestra vida, responsables de nuestro cambio y como dice un verso de un poema que Nelson Mandela leía en sus años de encierro -dueños de nuestro destino.
Muchos problemas psicológicos tienen relación con la dificultad para hacernos responsables de nuestras circunstancias. Con demasiada frecuencia caemos en el victimismo y en culpar a los demás de lo que nos sucede. Así, algunas personas vienen a la consulta esperando obtener alguna solución para cambiar a su pareja, hijo, madre o compañero de trabajo o las circunstancias que les han acontecido. También en este punto quiero ser honesta. No conozco la forma de cambiar a los demás. Ojalá dispusiera de una varita mágica para conseguir que mi madre se cuide un poco mejor y salga más de casa, para que mi hermana se enfrente a sus miedos o mi pareja deje de fumar. Creéme que alguna vez lo he intentado para terminar dándome de bruces con la realidad de mi incompetencia en esta materia. Sin embargo, he aprendido que puedo conseguir muchas cosas que pensaba que no podía y realizar cambios que no imaginaba. He aprendido que puedo hacerlo cuando depende de mí misma. Cuando el cambio está en mis manos.
Nadie puede experimentar por uno mismo la alegría ni tampoco la tristeza. Nadie puede experimentar el dolor que notamos en un momento dado por la circunstancia que estamos viviendo. No puedo olvidar la lección que me dio una chica seropositva a la que estaba acompañando en el hospital. Ella tenia mucho dolor porque su hígado no funcionaba bien, estaba pendiente de un transplante, y muchos otros órganos del cuerpo fallaban por este motivo. Ese día me dijo “me encuentro muy sola, no es por falta de personas a mi alrededor, mi pareja viene cada día, también mis amigas y familia. Es porque cuando tengo este dolor tan terrible sé que nadie lo puede vivir por mí, ninguno podéis experimentarlo como yo lo estoy haciendo y es cuando me siento muy sola”. Una lección impagable que trato de tener presente. Cuando tenemos pensamientos negativos o nos sentidos ofendidos por algo que ha hecho nuestra pareja o un amigo es literalmente imposible que pueda percibir lo que nos pasa por dentro. Si encima esperamos que se entere sin palabras las posibilidades de generar un conflicto son mayores. Podemos imaginar, tratar de ponernos en el lugar, hacernos una idea, estar dispuestos a escuchar lo que le pasa al otro. Esto es lo que trato de hacer en la consulta y lo que intento mostrar a las personas que vienen con conflictos interpersonales. Pero lo más importante de este punto es tener claro que sólo uno mismo es el responsable de lo que hace con los pensamientos y sentimientos que tiene. O como dicen los especialistas en comunicación, “el dueño del problema es el dueño de la solución”. Esto no quiere decir que los sentimientos o pensamientos desagradables haya que solucionarlos, sino que dado que son nuestros, nosotros tenemos la responsabilidad de manejarlos. Tampoco quiere decir que seamos responsables de los mismos, en realidad son automáticos, nosotros no hacemos nada para crearlos, pero sí somos responsables de lo que hacemos cuando aparecen.
He aprendido que la terapia avanza de forma más fluida con aquellas personas que han tomado la decisión individualmente de venir a la consulta, bien porque se hayan dado cuenta de que algo no está funcionando como les gustaría, bien porque alguien se lo ha dicho y después de reflexionarlo la persona se ha dado cuenta de que es así. Cuando acuden de esta forma lo hacen como responsables de su proceso y se muestran implicadas en su cambio. Yo puedo ofrecer lo que he aprendido en todos estos años de estudio, mi experiencia, mi apoyo y acompañar, pero nada de esto es muy útil cuando la persona viene como un mero visitante o siguiendo las indicaciones de otras personas.
En definitiva, es mi propósito (no siempre lo consigo) que la ayuda que puedas obtener en la consulta no reste tu propio poder de hacerte cargo de tu vida, o como decía Skinner, toda ayuda que sea eficaz ha de ser prescindible.