Hablemos sobre salud mental (de forma adecuada)
Lo que decimos importa. No solo en cuanto al contenido (sin duda, la pieza clave), sino a cómo lo decimos: el tono que utilizamos y, sobre todo, las palabras exactas que empleamos.
Para bien o para mal, el lenguaje tiene un poder brutal. Y, como dijo Ben Parker, tío de Spiderman: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad».
Por eso, utilizar las palabras adecuadas cuando hablamos de salud mental es muy muy muy importante. Los medios de comunicación juegan un papel fundamental a la hora de transmitir información sobre el tema. Al fin y al cabo, cientos de personas van a leer esos artículos.
Pero nosotros, en nuestro día a día, también podemos utilizar un lenguaje correcto e inclusivo que transmita dignidad, empatía y esperanza; un lenguaje que eche abajo barreras, estereotipos, conceptos erróneos y que ayude a acabar con la estigmatización de la salud mental.
A veces, pequeños cambios en la elección de nuestras palabras pueden tener un impacto muy positivo en los demás.
Una de cada cuatro
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), ¡una de cada cuatro personas!, o lo que es lo mismo, el 25 % de la población, tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida. Y, aun así, no hablamos suficiente del tema. O no, al menos, con naturalidad. Cuando tenemos que contar a otra persona que acudimos a terapia, lo hacemos casi a modo de confesión, ¡o no lo contamos!, porque ¿qué van a pensar de mí?
Para colmo, utilizamos o escuchamos un lenguaje despectivo que no ayuda a que esas personas se sinceren con otras y cuenten el problema que tienen o que, simplemente, charlen de ello con la franqueza que merece.
No solo hablamos mal sobre salud mental, sino que, cuando lo hacemos, nos cuesta hacerlo con naturalidad.
Primero la persona
Una cosa has de tener clara: ¡no somos la enfermedad que tenemos! Los problemas de salud mental no definen quiénes somos, son algo que experimentamos. Yo tengo ansiedad, pero antes de eso, soy Cintia. El otro día leía sobre el tema: «Puedes caminar bajo la lluvia y sentirla pero, importante: tú no eres la lluvia». Pues con esto ocurre lo mismo.
Así que, recuerda: dirígete primero a la persona, después a todo lo demás. Por eso:
- No digas: «persona bipolar», sino: «persona que tiene un trastorno bipolar».
- No digas: «esquizofrénico”, sino: «persona que tiene esquizofrenia».
- No digas: «enfermo mental», sino: «persona con un problema de salud mental».
- No digas «loco», «psicópata», «trastornado», «demente», «raro», «anormal»…
- Y no digas: «manicomio o psiquiátrico», sino: «centro de salud mental».
Tampoco frivolices el uso de estos términos y no los utilices para referirte a otros conceptos, ya que minimizas una situación que miles de personas deben enfrentar cada día. Por eso:
- No llames bipolar a una persona con cambios de ánimo drásticos. Eso no es un trastorno bipolar. ¿Una palabra más adecuada? Temperamental.
- No llames autista a una persona «que vive en su propio mundo». Eso no es un trastorno de espectro autista. ¿Una palabra más adecuada? Ensimismado.
- No llames retrasado mental a una persona que ha cometido un error o le cuesta resolver un problema. Eso no es un retraso mental. Además, hoy día ya no se utiliza para referirse a la discapacidad intelectual por considerarse una expresión peyorativa.
Hablemos de salud mental y hablemos de salud mental de la manera adecuada.
Si quieres saber más sobre el tema, la Confederación Salud Mental España ha elaborado una guía de estilo para los medios de comunicación que cualquier persona interesada puede consultar.
Cintia Fernández Ruiz. Autora del Post
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