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Cómo afrontar cualquier tipo de pérdida

Por lo general, cuando se habla u oímos hablar de pérdida, pensamos en la muerte de un ser querido y su posterior etapa de duelo, es decir, el proceso de adaptación emocional.

Pero hay otra clase de pérdidas que también duelen y que tenemos que afrontar y aceptar, como una ruptura de pareja, una amistad que termina, un trabajo que se acaba, la pérdida literal de algo material que para nosotros significaba mucho o incluso (por cursi que suene) la pérdida de alguna idea o sueño que echa abajo nuestras esperanzas.

Es decir, podemos hablar de cuatro tipos de pérdidas:

  • Las pérdidas materiales: objetos y posesiones.
  • Las pérdidas relacionales: personas. Muertes, separaciones, divorcios, etc.
  • Pérdidas evolutivas, o los cambios de las etapas de la vida, como la vejez o ver a tus hijos irse de casa.
  • Pérdidas de capacidades físicas y/o mentales.

En mi caso, hablamos de un perro, Ricky, al que hemos tenido que dar en adopción porque la situación fue muy muy muy complicada desde el principio. La mejor opción para él y para nosotros era buscarle otra familia, pero también es la opción más dolorosa. Es un perro, sí, y no se ha muerto, no, pero conlleva una pérdida y un proceso de adaptación. 

Y la pérdida de Ricky supone no solo la pérdida de él en sí, sino de esa idea que tenía en mi cabeza de crecer juntos, de verle crecer a lo largo de los años, de imaginarme dentro de, qué sé yo, cinco años, viviendo en mi propio apartamento junto a él.

Porque, a veces, a la pérdida de alguien o algo se le suma la pérdida de valores, ideas, esfuerzo, ilusión alrededor de ello. Y el duelo es doble, o triple.

Y aquí da igual si la pérdida es personal o material; por lo general, experimentaremos el abismo, vacío y desasosiego que causa la pérdida y esa ruptura con la rutina, y atravesaremos las fases de duelo convencionales. Ojo, esto no quiere decir que todos suframos el dolor de la misma manera o durante el mismo tiempo: no hay una única forma correcta de afrontar el duelo y cada uno tiene una forma personal de vivirlo

Recuerda que este proceso de dolor y las emociones que desencadena son normales y naturales, una respuesta saludable y necesaria. Tampoco olvides que debemos adaptarnos a la nueva situación poco a poco hasta lograr un equilibrio entre la tristeza que nos supone la pérdida y la necesidad de continuar con nuestra vida cotidiana.

Las cinco fases del duelo

La teoría más conocida sobre las fases que atraviesa una persona en periodo de duelo es la de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, publicada en 1969.

Según esta teoría, existen cinco etapas de duelo: negación, enfado, negociación, tristeza y aceptación. Aun así, como decía más arriba, cada persona lo vive de forma distinta, y estas cinco fases no siempre se suceden en el mismo orden ni todas las personas pasan  por estas cinco etapas. Pero sirven para hacernos una idea.

Fase 1: Negación. En esta primera fase, no concebimos el hecho de haber perdido algo, no creemos que haya sucedido realmente, nos negamos a ver la realidad. Seguimos creyendo que todo volverá a la normalidad.

Fase 2: Enfado. La incertidumbre y el miedo provocados por la pérdida nos cabrea y esa ira nos impulsa a buscar culpables: nosotros mismos, otras personas, etc.

Fase 3: Negociación. En esta fase, empezamos a entender lo que está ocurriendo, lo que nos ha pasado. Y por eso intentamos buscar y negociar una solución con nuestro entorno o incluso con nosotros mismos para mejorar la situación («¿Podemos seguir siendo amigos?»). Esta negociación no suele proporcionar una solución sostenible o sana, pero sí puede reducir el dolor, al menos temporalmente.

Lo ideal es lograr un equilibrio entre la tristeza que nos supone la pérdida y la necesidad de continuar con nuestra vida cotidiana.

Lo ideal es lograr un equilibrio entre la tristeza que nos supone la pérdida y la necesidad de continuar con nuestra vida cotidiana.

Fase 4: Tristeza. La fase más larga (a veces parece interminable), en la que nos damos cuenta del vacío que ha quedado tras la pérdida en cuestión. Por lo general, una vez aceptamos la situación, la sintomatología (parecida al trastorno depresivo) desaparece.

Fase 5: Aceptación. Empezamos el proceso de asimilación de lo que ha ocurrido y de aprender a convivir con la pérdida. Esto no significa que la sensación de desasosiego desaparezca, pero la tristeza, poco a poco, sí.

En resumen, durante el duelo experimentamos tres procesos: evitación-asimilación-acomodación.

  1. Evitación: la realidad es tan dolorosa que la negamos, no la asumimos: «No es posible que me haya ocurrido esto», «Esto no me ha pasado». Aparece también el enfado, la rabia.
  2. Asimilación: nos vamos dando cuenta, poco a poco, de lo que ha sucedido, y viene acompañado de la tristeza, la sensación de vacío y soledad, ansiedad e incluso síntomas depresivos.
  3. Acomodación: aceptamos, de manera resignada, la realidad, y empezamos a plantearnos cuestiones como «¿Qué va a ser de mi vida ahora?». Es una fase irregular, en la que parece que avanzamos y, de repente, damos varios pasos atrás.

Consejos prácticos que pueden ayudarte

Lo que está claro es que no existe una fórmula mágica para superar una pérdida (y en muchas ocasiones se necesita ayuda profesional), pero hay ciertas cositas que sí podemos llevar a cabo y que pueden ayudarnos: 

  • Buscar ayuda: familia, amigos, terapeutas… que nos acompañen en este proceso.
  • Permitirnos hablar y pensar en lo que ha ocurrido.
  • En línea con lo anterior, procurar dar sentido a esa pérdida. Pensar en la pérdida nos ayudará a elaborar una historia de nuestra experiencia con la que podremos alcanzar una mayor perspectiva. No evites pensar en ello.
  • Buscar formas para canalizar esa ira, ese dolor, ese vacío: hacer deporte, recurrir a aficiones o actividades que nos gusten, encontrar nuestro lado creativo, etc.
  • No tratar de controlar a los demás, porque cada uno vive la pérdida de manera diferente.

En esta línea, el psicólogo americano J. W. Worden estableció la cuatro tareas para superar el duelo

  1. Aceptar y afrontar la realidad de la pérdida. Implica tanto la aceptación racional como la emocional.
  2. Identificar los sentimientos de la pérdida, que pueden variar desde la pena y la soledad, hasta la culpa y la rabia. Pero es importante afrontar el dolor y no escondernos de él. 
  3. Adaptarse al medio, es decir, reajustar nuestra vida tras la pérdida. En esta fase experimentaremos una adaptación externa, al asumir tareas que hasta entonces no habíamos realizado, y una adaptación interna, al asumir los cambios que nos ha provocado esa pérdida.
  4. Recolocar emocionalmente en nuestra vida a la persona que hemos perdido (o al objeto de la pérdida), para continuar vinculados sin que esto detenga nuestra vida. Sería un proceso de aprendizaje.

Soy consciente de que las tareas y los consejos mencionados no son fáciles de seguir, sobre todo cuando sentimos tanto dolor, pero sí son necesarios para esa asimilación y adaptación que, por nuestro propio bien, tenemos que realizar. Por descontado, si te ves superada por tu realidad, habla de ello y pide ayuda.

 

Cintia Fernández, autora del post
Imágenes: Claudia Barbosa (cabecera), Cintia Fernández (infografía)