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Luisa

Luisa es una mujer guapa y simpática que acude a la consulta porque se encuentra hundida desde que su pareja tomó la decisión unilateral de separarse. Aunque ahora le resulta inverosímil, lo cierto es que Luisa jamás se había planteado que algo así podía ocurrirle. Ella creía que su amor iba a ser eterno y desde luego que jamás puso en cuestión que nada, ni nadie podría separarles.

Pero la realidad ha sido otra y después de cinco años de matrimonio y ocho de noviazgo, Manuel ha decidido separarse y no le ha dado ninguna explicación, a excepción de que tiene dudas y que por primera vez se ha planteado sino estará equivocándose en el rumbo de su vida. Desde el último cumpleaños ha empezado a pensar que la vida pasa muy deprisa y tiene la sensación de que tiene que intentar algunas cosas que ha ido relegando. Luisa no entiende este planteamiento y no tiene más que preguntas sin respuesta. No acepta lo que le está sucediendo y está dispuesta a hacer todo lo posible por recuperar a Manuel.

Cuando Luisa llegó a la consulta tenía todos los síntomas de lo que los manuales etiquetan como “cuadro ansioso-depresivo”. Sin embargo, como las etiquetas muy pocas veces ayudan a buscar soluciones y enfrentar los problemas, nos centramos en lo que Luisa llevaba meses haciendo que no había funcionado, como por ejemplo, tomar pastillas para encontrarse un poco más tranquila y serena, hablar cada día con una buena amiga sobre su situación, intentar ponerse bien lo antes posible como le recomendaban las personas de alrededor y hacerse la fuerte, etc. Y planteamos otras cosas que sí podían funcionar como darse permiso para sentir lo que sentía ya que el camino del dolor por la pérdida es un camino donde la tristeza y las lágrimas nos ayudan a transitarlo.

También intentó algunas cosas en el sentido de recuperar a su pareja y esto le sirvió para aceptar que él había tomado una decisión y esto suponía un límite que ella tenía que aceptar. Si hubiera sido por ella habría hecho lo imposible para volver a tener una relación, pero no sólo dependía de ella y aceptar esto fue algo doloroso. A partir de ahí estuvo en disposición de plantearse que quería para su vida en adelante, cuál eran las cosas importantes para ella que por una razón u otra habían quedado aparcadas en el camino y empezó a dar pasos en esa dirección.

Al cabo de mucho tiempo que Luisa ya no venía por la consulta me mandó un email con una de esas presentación que circulan por Internet, hablaba de andar etapas y de cómo a veces las dificultades pueden ser una ayuda valiosa para mejorar en la vida.

No hay personas que desconozcan el sufrimiento. Y si hay alguna, es que no es persona. Soler y Conangla