Encarna es una mujer de 51 años que acude a la consulta porque ha decidido intentar abordar de otra forma las dificultades que a lo largo de buena parte de su vida le han generado bastante malestar. Está casada y tiene dos hijos ya mayores que no hace demasiado tiempo se han independizado.
Esta es una de las cosas que en el momento actual la tienen desanimada y triste, le han dicho que tiene la “depresión del nido vacío” y que tiene que buscar otras cosas para hacer ahora que sus hijos se han ido. En realidad lo que ha ella más le preocupa es que nunca ha sabido cómo enfrentarse a las situaciones cuando están implicadas otras personas, después cuando se queda sola empieza a darle vueltas a lo que le hubiera gustado decirle o hacer, se machaca pensando en posibles opciones que luego nunca pone en práctica y sintiéndose culpable por lo mal que hace las cosas. Dice que su problema es que no sabe cómo reaccionar, que es muy tímida y tiene muy poca autoestima.
En muchas ocasiones las personas llegan a la consulta con un montón de “post-it” pegados en la frente. Bueno, en realidad esta es una imagen que me gusta utilizar cuando el paciente empieza a contarme los diagnósticos que trae puestos, bien porque se los han puesto, bien porque se los ha puesto a sí mismo. La mayor parte de esos “pos-it” o etiquetas que tenemos sobre nosotros mismos los situamos en el terreno de la personalidad, del “yo soy así” y entonces es muy difícil iniciar cualquier proceso de cambio. De hecho si “uno es así” poco se puede hacer a nivel de la terapia, en cambio si uno realiza algunas cosas de forma ineficaz para los objetivos que quiere conseguir o uno tiene unos hábitos de funcionamiento que le generan malestar, entonces sí que estamos en condiciones de hacer algo al respecto en la línea del cambio. Conviene empezar por tanto despegando “post-it” y situando las dificultades en el terreno de la conducta, de lo que podemos hacer o dejar de hacer porque nos ha generado dificultades.
Encarna necesita adaptarse a la nueva situación que le supone estar con su pareja en la casa sin los hijos, aceptar parte del malestar que esta situación le genera y plantear nuevos objetivos para sí misma y su relación de pareja de cara al futuro. Además, quiere mejorar sus habilidades relacionales y en este sentido cambiar un hábito de comportamiento inhibido que le ha servido para no enfrentarse a aquellas situaciones que le generaban ansiedad y agobio en las relaciones con otras personas, por un comportamiento más asertivo. Es importante que “le haga hueco” a sus sentimientos y pensamientos de infravaloración e inseguridad no intentando controlarlos, sino más bien, aprendiendo a tenerlos y aún así hacer lo que quiere y es importante para ella.
No fue fácil para Encarna hacer estos cambios, al principio estuvo a tiempo de abandonar diciéndose a sí misma que ya era demasiado tarde para cambiar y que a estas alturas de su vida ya no merecía la pena. Afortunadamente, fue encontrando en las pequeñas victorias la motivación necesaria para seguir, aprendiendo a darle la vuelta a las cosas que siempre le habían parecido más lógicas para resolver sus problemas y encontrando en el hecho de tomar las riendas de su vida el mejor estímulo para avanzar.
El hombre puede ser desposeído de todo excepto de una cosa:
la última de las libertades humanas,
la libertad de escoger la actitud que uno adopta
ante cualquier conjunto de circunstancias
y de escoger su propio camino.
Viktor Frankl