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Salir de casa: ¿Qué hago con mi miedo después de la pandemia?

En pleno proceso de desescaladas y fases, de «nueva normalidad», toca volver a la calle. Salir al mundo. Abandonar tu pequeño refugio en el que has estado más de dos meses, a salvo de las amenazas del exterior, y retomar todo aquello que se quedó suspendido a mediados de marzo.

Cuesta, ¿verdad? Cuesta salir.

(Tema aparte son las expectativas a cumplir: parece que todo el mundo está lleno de planes y que tú también los tienes que tener para hacer mil cosas fantásticas y contrarrestar la falta de actividad de los últimos meses. Y, precisamente, tratar de cumplir esas expectativas puede generar ansiedad. Ahora me voy a ir de viaje y voy a quedar un día con mi grupo de amigos y otro día con mi otro grupo de amigos y voy a hacer esto y eso otro y buah).

Y es que, después del confinamiento, estamos los que ya nos costaba salir de casa por ansiedad o fobias, y los que, a raíz de la pandemia, ahora también les supone un problema porque tienen miedo del virus, contagios, personas.

Cuando el miedo aprieta

El otro día un autor con un libro publicado sobre el acoso escolar hablaba en redes sociales de una carta que había recibido de una niña. La niña le decía que ojalá el confinamiento durara más porque no quería volver a clase para no encontrarse con esos niños que la acosaban. Salvando las distancias entre las situaciones, muchos podríamos pensar eso: ojalá esta situación durase más. Y es un pensamiento muy egoísta y te hace sentir mal, lo sé, pero cuando el miedo aprieta, a veces el egoísmo también. Porque si tienes miedo a salir de casa, por mucho que las razones para quedarte sean terribles (pandemia mundial, muertes, etc.), egoístamente tú piensas precisamente que ahora cuentas con una buena razón para no salir, y que tienes semanas por delante donde, en ese aspecto, puedes relajarte, porque no está permitido poner un pie fuera.

Durante dos meses, las circunstancias nos han igualado (bueno, más o menos): casi todos nos hemos tenido que quedar encerrados en casa, sin salir a ver a nadie, sin planes fuera. Y así, en casa leíamos, veíamos series, hacíamos postres, entrenábamos, arreglábamos el armario, arreglábamos pequeñas chapucillas o no hacíamos absolutamente nada. Todos estábamos ahí, en circunstancias parecidas (otra vez, cojamos con pinzas este planteamiento).

Al mismo tiempo, esa parte de nosotros con miedo a salir tiene otra parte que se contrapone: aquella agobiada de estar encerrada y que, sin miedo, está deseando volver a las calles, a los parques, a la playa, a mojar los pies en el mar y visitar una librería y simplemente pasear.

Porque, como decía, toca regresar al exterior, ahora con unos cuantos miedos más a cuestas. Pisar la calle, volver a tu puesto de trabajo, relacionarte con la gente.

Etapas

¿Pero cómo hacemos el proceso de salir? Si antes teníamos miedo a hacerlo, después de una pandemia, ¿qué? Podemos recurrir a diferentes fases, una desescalada dentro de otra desescalada.

Si puedes, hazlo por fases (y si estás cansado de tanta fase, llamémoslo etapas). Hazlo por etapas

Trata de ponerte pequeñas metas diarias: hoy salgo hasta el portal, mañana hasta la acera, pasado mañana me doy un paseo hasta el parque más cercano. Si X día sabes que tendrás que estar en tu puesto de trabajo o, qué sé yo, ir al dentista, márcate un calendario, pequeños objetivos diarios, para prepararte para ese día y los que vendrán.

Y recuerda:

  1. Sé consciente de tus miedos. Reconócelos, ponles nombres, obsérvalos.
  2. Trata de no agobiarte por estar agobiado, ansioso. Es una reacción lógica. No te añadas más presión.
  3. La mejor estrategia contra el miedo es hacer. En este caso, salir a la calle, a la vida que se quedó pausada. Que no te frene.

Y, si puedes, una de las primeras salidas podría ser para visitar a tu terapeuta. 

 

Cintia Fernández Ruiz, autora del post
Imagen: Matthew Henry